Pies en el aire

Pies en el aire

sábado, 10 de diciembre de 2011

CORRIENDO APRENDÍ


Corriendo aprendí que la tensión en mis músculos distendía la confusión que vivía en mi cerebro.
Corriendo aprendí que el sufrimiento que descosía por fuera mi cuerpo entero, remendaba por dentro mis entretelas.
Corriendo aprendí que el gesto huraño que adornaba a veces mi cara, relajaba el mal humor que albergaba en mi interior.
Corriendo aprendí que no llegar la primera me brindaba la ocasión para volver a intentarlo.
Corriendo aprendí que seguir cuando todo estaba en contra era un refuerzo de mi autoestima.
Corriendo aprendí que cuando la fatiga física me plantaba cara yo ganaba la partida a las agonías de mi mente.
Corriendo aprendí que cuando mis piernas se dañaban nacía una firme voluntad que las reparaba.
Corriendo aprendí que los dolores que me acompañaban no eran sino anestesia para mis sinsabores.
Corriendo aprendí que los pesares por no alcanzar un reto avivaban los rescoldos para futuros proyectos.
Corriendo aprendí que los pasitos cortos también me llevaban a lejanos paraísos.
Corriendo aprendí a dominar largamente los ritmos lentos, y estos me conquistaron y cuando estuve preparada para cadencias más rápidas, éstas me subyugaron y aprendí a disfrutar de la prisa por no llegar a ningún lado.
Corriendo aprendí a apetecer el descanso pero enseguida volvía pues anhelaba el cansancio.
Corriendo aprendí a desear que el esfuerzo humedeciera mi frente, sin necesitad de que el sol saliera o que las nubes lloraran.
Corriendo aprendí que cada gota de sudor regaba de ideas mi imaginación, que mi respiración agitada expulsaba mi sinvivir, que el frecuente jadear alejaba inútiles pensamientos.
Corriendo aprendí que pese a quedar sin aliento no se escapaba mi vida sino que, bien al contrario, cobraba mayor valor.
Corriendo aprendí a rodearme de números, a arañar unos segundos, a aquilatar los minutos, a progresar en el tiempo.
Corriendo aprendí a vivir midiendo distancias, a apurar incertidumbres, a capear temporales para llegar a mí misma.
Corriendo aprendí a patear los caminos, a doctorarme en sus sendas, a averiguar sus secretos, a desechar los atajos, a repostar en las fuentes, a reposar en los claros.
Corriendo aprendí a encontrar en cada árbol la oportunidad de una sombra y evitar en cada raíz la posibilidad de un tropiezo.
Corriendo aprendí que el duermevela constante que algunas noches padecía era tan sólo antesala para nuevos desafíos.
Corriendo aprendí que el recuerdo vespertino de los rigores sufridos allanaban el trayecto a esperanzas venideras.
Corriendo aprendí que cada pisada que daba descorría el tupido velo que me impedía vencer el estúpido desasosiego.
Corriendo aprendí que mi instinto resolvía los dislates que la razón no sabía o las cuitas que mi alma desconocía.
Corriendo aprendí que el corazón que en mí latía desalojaba en sus sístoles todos los malos farios para acoger en sus diástoles todas las buenas nuevas.
Y así, corriendo y corriendo, aprendí a vivir al día, a abrir los ojos al mundo, a conocer alegrías.

Aurora Pérez (Publicado en Runner's World -Noviembre-2011)